jueves, 20 de abril de 2017

Mutantes. Paloma Casado.

Gabrielito nació el año siguiente de que comenzaran las lluvias. Las llamamos así, “las lluvias” como si tuvieran algo que ver con ese regalo líquido que recibíamos oportunamente del cielo. Comenzaron, y apenas han dejado de golpear la tierra y gorgotear contra el empedrado. Mirábamos hacia arriba esperando una tregua, hasta que nos resignamos a no ver más allá de nosotros mismos. Todo es gris, y solo el resplandor de algún rayo nos devuelve, por unos instantes, los colores casi olvidados del mundo.
Los campos se han convertido en lagos improductivos y las calles han sido tomadas por diferentes anfibios. Nuestra civilización se resquebraja.
A Gabrielito lo queremos a pesar de su piel lampiña y fría, quizá por ser el único niño nacido en el pueblo desde los aguaceros. Solo él disfruta fuera empapándose y boqueando hacia el cielo como si no quisiera perderse ni una de las gotas que caen.
Han comenzado a llegar, desde otros pueblos, niños similares a él. Juegan juntos en el fango y devoran los insectos, renacuajos y pececillos que encuentran. Los contemplamos hambrientos desde las ventanas, ahora que se han acabado nuestras provisiones.

Esta noche te cuento. Marzo, 2012.

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